sábado, 20 de agosto de 2011

CLUDIO DIÁZ un JAURETCHE del 2000

El año pasado lo tuvimos en la Biblioteca Mentruyt, presentando su increíble libro: El Movimiento Obrero Argentino.
Ahora se fue al Comando Celestial, a ocupar su lugar junto Perón, Evita, Néstor, Jauretche y a todos nuestros compañeros, que el redescubrió en su libro insignia.
Adjunto la nota de mi querido amigo Pablo Hernández, que como colega y escritor lo perfila mejor que nadie, solo quiero agregar la impresión que tuve sobre el ser humano, el día que lo presenté en la biblioteca, cuando llegó convocado por la CGT Regional, ante la presencia de Oyamburú y un numeroso grupo de compañeros.
Con todo el fuego de su pluma, tenía una paz y una tranquilidad que con tanta pasión al escribir sorprendía. Como ser tenía un trato dulce y educado, daba gusto tratar con él… fue un grande, al rato de hablar uno, parecía amigo de toda la vida, un compañero de mil luchas, como me duele su viaje, gracias Claudio por tu obra.
                                          
CELEBRACIÓN DEL GALLITO
Pablo José Hernández

La anécdota, lo enseñó Arturo Jauretche a lo largo de su obra, da encarnadura al concepto abstracto. La siguiente ocurrió en la Feria del Libro de 2010.
Sentados en la mesa de uno de los barcitos del predio, era evidente que la alegría reinaba en la conversación de Claudio Díaz, Fabián D´Antonio y quien esto escribe. Podría imaginar, alguno de los circunstanciales paseantes, que la euforia tenía que ver con la inminente presentación de “El movimiento obrero argentino” en la sala ya colmada de trabajadores y con dirigentes sindicales en el estrado. Si hubiera podido escuchar la frase final con que Claudio sintetizó la charla la perplejidad del visitante hubiera sido similar a la que llevó a Borges a dictaminar que los peronistas eran “incorregibles”: “ésta es una mesa del ascenso”.
Claudio, en efecto, era un gallito del Deportivo Morón, Fabián había sido jugador del Deportivo Armenio y de Platense. Un bohemio de Atlanta es el cronista. Esa pasión futbolera de quienes –como canta el Beto Asurey- “no piden otra cosa que sudar la camiseta”, es la que posibilitó, nos parece, que Claudio Díaz escribiera libros fundamentales de la literatura política argentina.
No está demás, sin embargo, consignar otros datos que también influyeron, entre ellos las vivencias suburbanas que lo llevaron incluso a comprarle una casa en Haedo a su madre, aquella vez que ganara el concurso de Odol Pregunta contestando sobre selecciones argentinas de fútbol. O el entorno familiero, entrañablemente descripto por un amigo, Gustavo, para el diario Crónica “ahí están Mónica, Claudia (sus hermanas), las sobrinas que él amaba con todo el corazón, y su madre, su motor, su amiga, su inseparable socia: Jenny. “La hacedora de las más ricas berenjenas y morrones para el asado que haya habido jamás”.
Si hablamos del periodismo, en tanto, Claudio Díaz supo jugar siempre en primera A. Fue profesional de fuste en los medios de la prensa comercial (Crónica, La Razón, y Clarín) ganando incluso sendos Martín Fierro en 1992, 1993 y 1995 para el servicio informativo de Radio Mitre. La prensa militante supo de sus notas en Jotapé, El Despertador, El Periodista, El Porteño y Línea. En ambas facetas mostró, siempre, la misma calidad. Sabía, como pocos, que un militante tenía que ser buen periodista si era la prensa lo que elegía para cumplir con su tarea. Hay que entender que fue desde su lucidez y su dolor que escribió en su memorable renuncia a Clarín una frase que conmueve. Decía, en referencia a una etapa de ese diario, “ha llegado al nivel de un verdadero pasquín que nada tiene que envidiarles a las publicaciones partidarias”.
Antonio Gramsci, en sus Cuadernos de la cárcel, más de una vez expresaría su preocupación por la baja calidad de la prensa partidaria, alarmado porque sus adversarios pudieran llegar a decir “mirad, no saben hacer un periódico y pretenden dirigir al estado”.
Otra frase de Gramsci –y su conducta lo prueba- también podría haber sido pronunciada por Claudio: “nunca he sido un periodista que haya vendido su pluma a quien le pagase mejor y que se ve obligado a mentir siempre porque la mentira entra en su calificación profesional”.
Esa calidad e integridad profesional fue la que le permitió resumir en escasas líneas su vocación y su conducta: “simplemente amo el trabajo periodístico, tengo pensamiento propio (aunque, que le vamos a hacer… no es el políticamente correcto) y un compromiso de honrar mi oficio”. Esa misma definición es la que lo llevó seguramente, en 1984, a marcar a fuego con su libro La Prensa Canalla a quienes usaron empresas de comunicación para respaldar a la dictadura cívico militar que el 24 de marzo de 1976 derrocó a los tres poderes del gobierno democrático.
Su amor a la camiseta, en cambio, produjo en el 2000 una interesante contribución a la historia local con su “Morón, el grito nuestro de cada sábado” en donde las peripecias, las desventuras y los logros del Gallito encontraron un cronista de lujo.
Un párrafo le alcanzó, asimismo, para adelantar el contenido del Manual del antiperonismo ilustrado, un cuidado volumen que incluye una reseña histórica de la obra de gobierno (período 1946-1955) a cargo del profesor Enrique Manson. “Un glamoroso staff de chefs mediáticos –escribe Claudio- quiere convencernos de probar estupendos y liberales platos que calmarán el hambre de patria que aprieta nuestras vísceras. Pero desconfiados de tanta propaganda optamos por ofrecer aquí un recetario de ideas nacionales que contraponga la carta de cierta intelectualidad, que el único menú que tiene para ofrecernos es una hamburguesa de lombrices. Nosotros nos seguimos quedando con el choripán”.
Pacho O´Donnell –narrador, dramaturgo, historiador, psicoanalista y activo promotor de la cultura desde la esfera privada o desde la oficial- comprendió la profundidad del texto nombrado vertiendo conceptos que conviene reproducir extensamente: “a su autor no le tiembla la mano para nombrar a quienes oculta o desembozadamente se colocan del lado liberal-autoritario, la ideología que triunfó al cabo de nuestras guerras civiles y que desde entonces rige no sólo la política y la economía argentinas, sino también los criterios del prestigio y de la validación de lo intelectual”. Así Claudio –continúa Pacho- incursiona “lúcidamente en rubros como el accionar de los historiadores tribunalicios, de la deletérea pedagogía antinacional disfrazada de progreso y civilización, de los lugares comunes que se empeñaron y empeñan en desacreditar al peronismo (fascista, comunista, clerical, etc.) de la policía de ideas que descalifican a los pensadores nacionales y populares, del gorilismo de los intelectuales autopromocionados como progresistas, de la crónica incomprensión de lo nacional por parte de los intelectuales de izquierda, de los traficantes de ideologías en el seno del justicialismo”.
El libro, con cuidada prosa, está teñido de una impronta jauretcheana que sacude la modorra aún de aquellas mentes menos despabiladas que se conforman con inocuos placebos. La pluma de Claudio no deja resquicios para eludir la disyuntiva fundamental: se está con la patria y el pueblo o se está en su contra.
“El movimiento obrero argentino”, publicado por Fabro en el 2010, cumple por su parte con una antigua deuda que el pensamiento nacional tenía con los trabajadores organizados. Existían sí, es verdad, antecedentes parciales de indudable valor. Como hicimos el 17 de octubre de Ángel Perelman y Del anarquismo al peronismo de Alberto Belloni son dos clásicos que abrieron huella en la década del sesenta escritos, ambos, por dirigentes sindicales. El proletariado en la revolución nacional de Rodolfo Puiggrós, Sindicatos y poder en la Argentina de Roberto Carri y Breve historia de las luchas sociales en Argentina de Rubén Bortnik son prueba también de que tres generaciones distintas hicieron su aporte al tema desde esta visión historiográfica. El libro de Claudio Díaz, sin embargo, incluye y completa a dichas obras reuniendo en un volumen una trayectoria rastreada aún en el siglo XIX para culminar en las sólidas organizaciones del presente. Si, “Alpargatas sí, libros también” fue la consigna que presidió, en el 2011, la presentación en la Feria del Libro de nuestro texto Cristina, los setenta y la Vuelta de Obligado, con Hugo Moyano y Alejandro Amor entre los oradores del acto, esa misma consigna levantada al unísono por los secretarios generales del CGT y de la 62 Organizaciones de la Capital Federal define con la pulcra exactitud el apasionante libro de Díaz que constituye, en rigor, una militante opción por la confluencia del cotidiano trabajo y del meditar nacional.
La segura contundencia del escritor resume, otra vez, el contenido y el espíritu del libro: “las organizaciones sindicales y sus cuerpos orgánicos no sólo constituyen a lo largo del tiempo, es decir, ayer hoy y siempre, la columna vertebral de la Nación, sino además su seguridad identitaria e ideológica, porque en ellas se afirma el sentimiento de quienes son los principales sostenes de una comunidad: los trabajadores”
El inicio de la dedicatoria manuscrita estampada en el ejemplar que me regaló nos retrotrae a aquella “mesa del ascenso”: “De un gallito a un bohemio”. También nos vuelve, ya en el recuerdo, al sábado que continuó a ese 5 de agosto en que a las 21:50, en el Instituto del Diagnóstico, su cuerpo dijo que no.
Faltaba poco para las once de la mañana cuando junto a Pablo Vázquez llegamos a la Casa de la Defensa. Ya estaban allí desde temprano Martín García y Fabián D´Antonio. Los cuatro -junto a dos empleados de la funeraria, quizás inorgánicos representantes de los trabajadores- tuvimos el altísimo honor de entrar su féretro al edificio de Telam, la agencia oficial de noticias de la República Argentina. Allí lo depositamos custodiado, desde el cartel, por una guardia de honor que le rendía tributo: Mariano Moreno, Raúl Scalabrini Ortiz y Rodolfo Walsh. Claudio, desde una pantalla, seguía con su predica militante mientras el dolor de los familiares enmarcaba el continuo transitar de militantes, escritores, periodistas y dirigentes obreros que llegaban a dar su último adiós. Uno de ellos, veterano de la guerra de Malvinas, lo definió, emocionado, frente al cajón: “era un valiente”, estampó César Trejo. La marcha peronista atronaría a la mañana siguiente en las galerías de nichos del cementerio de Morón. Velatorio y entierro no fueron en este caso, lógico, ceremonias fúnebres. El dolor –como en los setenta- se entremezcló con la esperanza militante. La muerte, experiencia religiosa mediante –como en la misa- se transformó en celebración.
Me había tocado presentarlo, el año pasado, en la Peña Trento Passapponti de Moreno. Conté en aquella ocasión otra anécdota que, como la del inicio, también remite a Jauretche. Un gran periodista oriental, Alberto L. Carbone, solía transitar los andariveles de la profesión y los de la militancia y por ello era común encontrarnos en distintas redacciones o en los cafés de la conversación política. Corrían los ochenta y el avance de la crisis alfonsinista, cuando empezaron a reiterarse las reuniones entre los gobernadores y los ministros de economía de las provincias con administraciones peronistas. Fue en una de esas oportunidades, mientras hacíamos tiempo esperando la información, que el Gato Carbone me sorprendió con una definición tajante que después pude comprobar. “Tenés que leer –me dijo esa vez-  a Claudio Díaz. Ese pendejo es el sucesor de Jauretche”.

lunes, 8 de agosto de 2011

Remiseros cantan las urras

La rueda de prensa que realizó URRA el pasado viernes en el Bauen parece que tuvo derivaciones impensadas. Una simple presentación paso a ser una presentación de importantes denuncias.

Un grupo de afiliados del interior que volvían de presentar denuncias en el Juzgado 7 a cargo de Oyarbide llegaron junto a otros gremios hasta el lugar, e hicieron valer su presencia mostrando las presentaciones que portaban. También se facilitaron copias de la cautelar presentada en el Juzgado Federal Nº 3 por las autoridades electas en abril.

La judicialización de una interna gremial –en este caso remiseros- parece que deriva en una avalancha de reclamos de muchos actos ilegales en otros gremios, a espaldas de Tomada, mientras este se ocupaba de una campaña perdida el 31 de julio.

Parece que un grupúsculo mafioso bajo la tutela de radicales nosiglistas como Mangone y Serafini, con la ayuda de Elena Otaola del Ministerio y conocimiento de Noemí Rial, ex funcionaria de la Superintendencia de Salud menemista, desde donde se manejan las obras sociales, subsidios y medicamentos, muchas veces truchos, pergeñaron una maniobra ahora expuesta en los medios evitando normalizar gremios para que manejando sus obras sociales hacer maniobras en perjuicio de los trabajadores y del estado.

sábado, 6 de agosto de 2011

Cataratas de denuncias de remiseros

Terminada las elecciones de Capital donde compulsaba el ministro Tomada, parece ser que los remiseros dieron por terminada la tregua electoral y comenzaron, luego de la feria judicial, con una andanada de denuncias judiciales.

La tregua y el silencio se relaciona con el hecho que varios funcionarios del Ministerio de Trabajo, estarían relacionados, según la denuncia ingresada en el Juzgado 7 causa Nº 7743/11 del juez OYARBIDE, con la causa de los medicamentos ‘truchos’ y el saqueo de las obras sociales sindicales.

Pareciera que esta historieta comenzó cuando Noemí Rial, actual viceministro de Trabajo, ocupó durante dos años ‘92 – ‘94, época menemista, que para lograr la reelección mediante la constituyente del ‘94 le dieron el manejo del sector a los grupos que orientaba el Coty en la Superintendencia de Salud de donde dependen y se controlan las obras sociales.

Luego, ya en trabajo, durante esta década instaló en lugares claves a radicales confesos como Elena Otaola, directora de Asociaciones Sindicales y un grupo siniestro de inspectores como Flores, Curz y Veiga ejecutores de todo tipo de tropelías.

La maniobra consistiría en mantener sindicatos sin autoridades electas legalmente para nombrar administradores provisorios desde la Superintendencia de Salud (caso OSCRAIA de Remiseros allanada por Oyarbide el 3 de diciembre permaneciendo el presunto contador Torrent, detenido sin eximición de prisión, como organizador junto a un tal JC Chaz de una asociación ilícita).

Esta maniobra contaría con la colaboración documentada de algunos radicales confesos como Mangone y Serafini que dominan el sindicato de Gas y la comisión arbitral de la CGT, comprometiendo tanto a Tomada como a Moyano, al invocar descaradamente sus nombres para realizar las maniobras denunciadas, consistentes en truchar elecciones internas, luego anularlas y seguir la rueda, mientras ellos -mediante sus cómplices- siguen controlando los subsidios, ingresos y troqueles de las obras sociales, que con descaro NO HACEN BALANCES ni rinden sus gastos. Eso explica el porque el ejecutivo, les cortó los fondos del APE que suelen reclamar con tanto énfasis los dirigentes. Aparte, las autoridades electas de la Unión de Remiseros, presentaron tres amparos en distintos juzgados y medidas de reconsideración y recursos jerárquicos, no contestados en tiempo, en una actitud sospechosa, ante los innumerables delitos, más de 20 y más de 90 delincuentes denunciados.


Ver adjuntos relacionados en la columna de la derecha del blog:
- IMPUGNACION DEL PROCESO ELECTORAL
- SOLICITUD DE MEDIDA CAUTELAR

viernes, 5 de agosto de 2011

Entrá a la nota "CONFLICTO DEL AMBIENTE DEL TRASPORTE POR REMISES", clickeando en la columna de la derecha. No te la pierdas

Un gran periodista lomense

Héctor Roldán Descalzo, falleció en el Sanatorio Güemes, víctima de una dolorosa enfermedad. En su larga trayectoria fue junto a Lalo Meza, uno de los primeros locutores de Radio Lomense cuando se fundó en 1986. Por esa época acompaño a Nelly Raymond en su programa televisivo ‘Tu Mano Mi Mano’ por canal 13 de Capital.

Luego trabajo varios años, con el inefable Miguel Derenzis por Radio Splendid. Acompaño como Secretario de Prensa y Ceremonial a Carlos Rossi durante más de diez años, hasta 1999 recorriendo todo el país, en diversas gestiones y campañas electorales demostrando su dedicación, capacidad y lealtad.

Luego por mucho tiempo se dedicó a la actividad gremial junto a Rubén Perosiello en el sindicato de remiseros, en abril de este año, resultó electo como secretario a nivel nacional de UCAIRRA, asignado a la función de administración y actas, rol que asumió el 1 de mayo de este año y que no pudo ejercer dado su dolencia.

Ahora, va a ocupar un lugar de honor junto a otros cumpas que vivieron y cumplieron su ciclo, en nuestro Comando Celestial.

Su Señora Mónica, su hija Jessica, sus colegas, amigos y compañeros recordarán al “flaco” con el respeto y cariño, que se supo ganar, por su constancia, seriedad y gran honestidad.